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La colaboración entre centros tecnológicos, industria y administraciones públicas será clave para acelerar la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles.
El sistema alimentario mundial se encuentra en un punto de inflexión. En apenas doce años, la población mundial ha aumentado en 1.000 millones de personas, alcanzando los 8.000 millones en 2022, y la FAO estima que en 2050 rozará los 10.000 millones. Este crecimiento demográfico obligará a incrementar la producción de alimentos en un 50% sin expandir la superficie agrícola disponible.
Sin embargo, la agricultura y la ganadería ya representan cerca del 30% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, y los productos de origen animal concentran casi el 60% de las emisiones del sistema alimentario. A ello se suman la deforestación, la pérdida de biodiversidad y la degradación del suelo y el agua.
En este contexto, el Día Mundial de la Alimentación 2025 subraya la urgencia de adoptar soluciones sostenibles. La biotecnología se posiciona como una de las herramientas más prometedoras para responder a este desafío, impulsando un modelo productivo basado en la innovación, la eficiencia y la economía circular.
Proteínas alternativas: diversificar para alimentar el futuro
Empresas y centros tecnológicos, como AINIA, socia de AseBio, trabajan en el desarrollo de proteínas alternativas de origen vegetal, microbiano o mediante cultivo celular, capaces de satisfacer la creciente demanda global de alimentos con menor impacto ambiental.
“Estas fuentes emergentes permiten diversificar la oferta proteica y reducir la dependencia de la ganadería tradicional, sujeta a limitaciones de recursos e impacto ambiental”, explica Ana Torrejón Cabello, responsable de Microbiología y Biotecnología Industrial en AINIA.
La fermentación de precisión y el cultivo celular son dos de las tecnologías más avanzadas en este ámbito, ya que permiten producir proteínas y grasas con alto valor nutricional sin recurrir a animales. Paralelamente, la ingeniería de microorganismos está contribuyendo a la obtención de compuestos bioactivos y nutracéuticos que mejoran las propiedades sensoriales y funcionales de los alimentos alternativos, favoreciendo su aceptación entre consumidores.
Biotecnología para la sostenibilidad
El uso de bioprocesos avanzados y la integración de estrategias de economía circular están redefiniendo la producción alimentaria. Estas innovaciones permiten revalorizar subproductos, transformándolos en nuevos ingredientes, biofertilizantes o fuentes de energía.
Además, la digitalización y la inteligencia artificial facilitan el diseño y la optimización de procesos, aumentando la eficiencia y acelerando el desarrollo de nuevos alimentos sostenibles.
La biotecnología también está contribuyendo a la gestión responsable de recursos como el agua y el carbono. Entre las soluciones más recientes destacan los procesos bioelectroquímicos para el tratamiento de aguas residuales y la valorización del CO₂ como fuente de carbono para generar proteínas y otros compuestos útiles, ayudando a cerrar ciclos productivos y reducir la huella ambiental.
Retos tecnológicos y regulatorios
Pese a los avances, la producción de proteínas alternativas a gran escala aún afronta desafíos en materia de eficiencia, coste y escalabilidad. “Los mayores progresos se dan en las proteínas vegetales y de fermentación, mientras que el cultivo celular todavía presenta barreras para su industrialización”, señala Torrejón.
En el plano científico, los esfuerzos se dirigen a mejorar los perfiles nutricionales, sensoriales y funcionales de estas proteínas mediante nuevas técnicas de ingeniería y bioprocesamiento.
Asimismo, el marco regulatorio europeo exige rigurosas evaluaciones de seguridad para la aprobación de nuevos alimentos, un proceso que puede ralentizar su llegada al mercado. La aceptación social también será clave: la ciudadanía debe contar con información transparente sobre el origen, los beneficios y la seguridad de estas nuevas fuentes proteicas.
Colaboración para acelerar la transición
La transformación del sistema alimentario requiere colaboración entre ciencia, industria y administraciones públicas. Los centros tecnológicos aportan conocimiento, investigación y acceso a tecnologías innovadoras que mejoran el perfil nutricional y funcional de las proteínas alternativas. La industria, por su parte, garantiza la adaptación de los procesos a las necesidades reales de producción y consumo, mientras que las administraciones deben promover marcos normativos claros, incentivos e instrumentos de apoyo a la innovación.
“Solo a través de una colaboración estrecha y alineada podremos acelerar la transferencia tecnológica, superar las barreras regulatorias y aumentar la aceptación social”, concluyen desde AINIA.
Como recordaba QU Dongyu, director general de la FAO, en el Foro Mundial de la Alimentación 2024: “Las medidas que tomamos hoy repercutirán directamente en el futuro. Debemos producir más con menos. Trabajemos por un futuro más inclusivo y equitativo”.